Funcionalidad en el Adulto Mayor

Columna de Miriam Teresa Fuentes Navarrete, académica de la Facultad de Enfermería, UNAB, sede Viña del Mar.

En enfermería geriátrica, los cuidados que se aplican están orientados a mantener la funcionalidad de la persona mayor. La capacidad funcional de quienes viven esta etapa se define como el conjunto de habilidades físicas, mentales y sociales, que permiten a un sujeto la realización de actividades que exige su medio y/o entorno.

Desde ese punto de vista, los enfermeros (as), consideran todas las acciones necesarias, en conjunto con la persona mayor y su familia, que faciliten su sanación y/o su reintegración en la sociedad. Asimismo, se trabaja previniendo la ocurrencia de nuevas enfermedades, favoreciendo la funcionalidad de la persona mayor por medio de la ejecución de exámenes de salud anuales y de educación individual y comunitaria orientada a mantener las condiciones de calidad de vida de este grupo etario y visibilizar sus necesidades.

Como recomendación, si en el grupo familiar hay un adulto mayor, se debe estar atentos a los signos o señales que pueden reflejar problemas en su bienestar integral.

En el caso de los adultos mayores, existen algunas patologías que se pueden identificar por la baja de peso; los cambios en el color de la piel o cualquier síntoma propio de enfermedades de distinto tipo, como por ejemplo dificultades respiratorias, etc. Sin embargo, a lo que se debe colocar más atención es a la Funcionalidad de la Persona Mayor, lo que se expresa en la capacidad de ejecutar las actividades de la vida diaria. Generalmente cuando una persona mayor empieza a perder la funcionalidad, esta se expresa por medio de dificultad para cocinar; lavar o vestirse; problemas para trasladarse; dificultad para manejar el dinero o en la ejecución de actividades propias de la vida cotidiana como, por ejemplo, tomar transporte público. La pérdida de la funcionalidad puede deberse por distintos motivos, por un lado, a enfermedades infecciosas, como neumonía, infecciones urinarias, trastornos articulares (artrosis, artritis), entre otros. Todas estas señales requieren de evaluación médica para un buen diagnóstico y tratamiento, pero cuando éstas involucran algún tipo de cambio conductual, se debe contemplar la evaluación médica específica con un neurólogo, para descartar el inicio de algún tipo de deterioro cognitivo como el Alzheimer o la demencia senil.

Las enfermedades más comunes en las personas mayores y que causan hospitalizaciones son los trastornos cardiovasculares (hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2); problemas respiratorios (sobre todo neumonías), molestias digestivas y los tumores.

Sin embargo, existen enfermedades que no se hospitalizan, pero tienen un gran peso de responsabilidad, porque alteran los roles y el funcionamiento familiar. Estas situaciones de salud obligan a que una persona mayor, requiera de un cuidador a permanencia. Estas patologías son esencialmente las que causan dependencia severa, por ejemplo, secuelas de un accidente cerebrovascular o el Alzheimer. Otra circunstancia que obliga a transformarse en cuidador de una persona mayor es que necesite de cuidados paliativos, es decir, su cáncer obliga a realizar cuidados permanentes, los cuales no podría ejecutar solo. En este caso, lo ideal, es que los cuidadores sean los familiares. Ser cuidador es una función no remunerada, pero una bella forma de devolver a la persona mayor, todo el cariño y amor entregado en vida a sus seres queridos.